jueves, 9 de septiembre de 2010

LAS ESPINAS

Las espinas de aquellas rosas que le regalé a mi novia las guardé en mi bolsillo derecho, era algo un poco extraño y medio loco, las rosas se las entregué como signo de mis buenos sentimientos y sin entender el por qué de su actuación las lanzó al piso, se rió estrepitosamente en mi cara tal si yo fuera su bufón privado, se dio vuelta, entró en su casa y con violencia cerró la puerta, yo agaché la cabeza y di el vuelco por el camino que había llegado, resolví caminar por las calles que se iban nublando en mis ojos, recordé que había dejado las espinas en mi bolsillo y las aplastaba en mi mano derecha, sentí que bajaba algo húmedo de aquellas espinas, y mi bolsillo tenía una especie de líquido, al sacar mi mano de aquel bolsillo estaba toda ensangrentada, nunca sentí ninguna especie de dolor, abrí la palma de mi mano y observé que las espinas estaban muy metidas en la carne.
Por un momento me espanté al ver tanta sangre que se había escurrido por todo el pantalón, pero seguí mi camino sin importar, algunas de estas espinas estaban muy adentro, tanto que se habían perdido, quise que todas estuvieran así y las aplastaba como clavándolas, me sentí lleno de otra especie de sentimiento adverso que no era tan cruel como por el que había pasado humillantemente.
No avance a contarlas cuantas eran, pero la palma de mi mano se convirtió en una sola masa de carne y espinas, me topaba sádicamente y era un sentimiento muy delicioso, casi excitante, llegué a casa todo embadurnado en sangre, me senté en el sofá y caí rendido en un sueño que se hacía cada vez más pesado, no aguanté y me desmayé.
Sin saber que pasaba con mi vida, me levanté al otro día, me dolía la mano quizás con demasía, me quedé sorprendido cuando con miedo vi mi mano y estaba completamente ilesa, mi pantalón lleno de sangre y mi camisa de la misma manera, metí mi mano en el bolsillo y estaban las espinas intactas tal como las había guardado aquella vez.
Era algo demasiado extraño, y estaba seguro que no era un sueño, habían pruebas, y estaban allí frente a mí y me puse a analizar todo el día aquella sangre que estaba enraizada en mis prendas de vestir, inclusive no fui a trabajar, me dolía la mano pero no tenía absolutamente nada, estaba como siempre, callosa y rasposa, pero no pude encontrar lógica, entonces creí que era una persona con poderes sobrenaturales, y que estaba destinado a ser un héroe (como los que se encuentran en los comics), así que la mejor forma de saberlo era haciendo la prueba, me mutilé el dedo índice con un machete de cortar y matar reses, me desmayé del dolor y del sangrado masivo que tenía, me levanté sin fuerzas en la noche de ese día, vi mi dedo y en realidad estaba mutilado, no había cambiado en nada, con pocas fuerzas llamé a urgencias para que me internaran y emergencias llegó en diez minutos, esperaba que fuera un sueño por el que estaba pasando, pero no fue así, a los dos días salí de la clínica con la mirada en el piso y menos un dedo.
Era imposible no pensar en eso, era completamente deprimente no saber que me estaba pasando, o que verdaderamente me había ocurrido, las preguntas de todos por el hecho pasado eran respondidas con una mentira porque seguramente pensarían que estoy loco, y aunque yo lo había pensado también, no quería disipar esta duda con nadie.
Pensaba tanto es esto, que realmente estaba llegando hasta la locura, y lo peor era la depresión en la que me estaba sumiendo, veía mi dedo mutilado de la mano izquierda y me desconsolaba pensar que por un momento tal vez de estupidez, iba a ser infeliz toda mi vida, creció mi barba, comencé a beber aguardiente de caña, perdí mi trabajo, vivía solo sin el consuelo de nadie, pensaba en las malditas espinas, en como tienen que pasar cosas tan extrañas y en especial a mí.
Caminaba por el parque central todo decaído como la costumbre que a diario se me daba y la vi a esa chica que me había despreciado, me había humillado, a quien compré las rosas que sus espinas me destruyeron la vida, estaba encantadora como siempre, bruja hermosa, caminaba muy bien abrazada con un calvo horrible, me acerqué a ella para maldecirla y antes de eso él me empujo diciéndome que apestaba, que me largara, que no tenía dinero para dar a un mendigo piojoso. Reaccioné y no me importó eso para realizar mi cometido, para colmo él peleaba muy bien y me dejó en el suelo con la cabeza en un gran charco de sangre, “se repitió la historia”, se rieron de mi con tanta maldad que sus dientes parecían filosas agujas para sacarle el alma a cualquiera de un solo mordisco.
Llegué a mi casa y me tomé un trago, me lavé la cara y en mi mano comenzó el dolor nuevamente como aquella vez que pasó el fatal incidente, me puse a llorar y a desesperarme, comencé a botar todas las cosas que encontraba al piso y por este ataque de locura y gracias a un vecino que llamó a la policía, a la cárcel fui a parar.
Una semana encerrado, al final me sacaron por no encontrar pruebas de nada, además de hacerme firmar un documento de buen comportamiento, llegué a casa y resolví arreglar mi aposento, boté la basura, me afeité y tomé un baño en agua helada, fumé un cigarro y decidí olvidar todo, debía perdonarla a esa bruja y a su bufón, pensar que lo de las espinas era un sueño y buscar un trabajo.
Tenía un guante en mi mano izquierda para que no vieran lo horrible de esta, mi vida se normalizó, conseguí una novia y cuando cumplimos un mes de enamorados me regaló una caja de chocolates y una rosa, no le había quitado las espinas, en un comienzo estaba asustado de recibirla, pero no debía darse cuenta de mi nerviosismo y así enterarse de mi maldita historia.
Pasó un día y agarré la rosa, la analizaba y solo podía darme cuenta de lo hermosa que era, es que cuando te regalan con amor esta se vuelve más sublime y mágica, mi mano derecha en la que la tenía agarrada se volvió inmóvil, no sabía que es lo que pasaba y tampoco soltaba la rosa, mi mano no obedecía a mi mente y la aplastaba cada vez más duro, y no sentía ningún tipo de dolor, volvió esa sensación tan deliciosa y excitante, al fin mi mano cedió y todas las espinas estaban clavadas en mi mano, era ya como una droga que me incitó a hundirlas más y más y cada vez más, la sangre comenzó a caer en el piso y todo el lugar se volvió de un aroma exquisito a flores, pensaba que estaba soñando como aquella vez, y yo era uno solo con las espinas, hasta que el olor desapareció y la rosa se murió por completo, observé mi mano y estaba igual de intacta que antes.
Apareció un cuervo negro en mi ventana y voló hacia mi mano, comenzó a picarla y me hacía un hueco enorme, tenía demasiado dolor y sacaba cantidades inimaginables de espinas y las botaba en el suelo, caí desmayado otra vez por la impresión y el dolor.
En la mañana me levanté y vi que todo estaba igual que antes, golpearon mi puerta y al abrir era ella, una bruja bonita vestida de rojo entero, (un vestido muy parecido al que le regalara hace algunos años a mi apreciada heroína de historias Alfonsina Amingst), entró sin pedir permiso y me dijo que todo había sido un sueño y que observe mis manos, estas estaban completamente intactas, sin espinas, sin sangre y sin mutilaciones, le pregunté que era lo que había pasado y sin titubear se rió de mí, me dio un beso, se convirtió en el cuervo que me había visitado la noche anterior y se fue volando.
Salí a caminar y compré el periódico, estaba con la fecha en la que comenzó mi desgracia y con las mismas malas noticias, me llamaron de mi antiguo trabajo para saber del por qué no fui a trabajar ese día, fui a buscar a mi novia y no me reconoció, pensó que estaba drogado o borracho, le conté toda mi cruda historia y no me creyó, le pedí que me dejara estar a su lado y tampoco me lo permitió, pedí muchas cosas y nada fue concedido, y para colmo de todo, ya tenía un novio.
Al paso de tres meses con mi vida ya normalizada y con dedos completos, fui a bailar a ese bar donde conocí aquella novia que tuviera, tal vez en mis sueños, pero mía, mía al final de cuentas, la encontré sentada en la barra del bar sola, la invité a bailar, aceptó de agrado, nos divertimos.
Ayer cumplimos un mes de novios y me regaló aquella caja de chocolates y la más bella flor que puede haber y sin una sola espina.

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