He aquí un hombre caído en la batalla más dura de su vida, postrado a los pies de la derrota, la lucha y el coraje lo han dejado sin más aliento, ahora esta pendiente su vida de un hilo, necesita alguien que lo ayude, pero no se ve nada ni nadie en las fronteras, tal parece morirá solo y en silencio, con el corazón destrozado, acepta hincando su cabeza al suelo la vil pérdida.
La guerra más grande del corazón es la que se tiene con otro corazón, y esta vez le tocó al gladiador imponente perder, humillado en su propia estrategia, en su propia lógica. Tal nostalgia empeora con lo que sueños y añoranzas jamás acaecidas, con un plan fríamente calculado y que nunca podría fallar, pero dio traspié con las razones inesperadas del amor.
La tenía segura a su lado, impensable que se escapara de aquel cuartel lleno de cerrojos de acero.
Más rompió de manera inexplicable las cadenas que la ataban a él, esquivó sus promesas con tal astucia que no cayó en ninguna trampa, y más dejó en su rastro tal destrucción que el cuartel quedó sin ningún tipo de defensas, peor aún, se acuarteló en otro corazón, y comenzó a sacar a flote su venganza con bombas de rencor y odio.
Sabía el gladiador que no podía confiarse y comenzó a planear otra estrategia que le diera la victoria y tenerla de nuevo en su celda, puso todas sus fuerzas y obtuvo en resultados parciales casi nada, pero al final estaba la esperanza que le haría ganar la batalla.
En la guarida de aquella ninfa sabía que la guerra ya la había ganado, sabía de sus puntos bajos y flaquezas y sólo por allí atacó cobardemente, lo dejó con una herida que le iba despellejando la vida lentamente y seguramente no lo disfrutaba pero al menos eso la llenaba.
Antes de caer definitivamente la vio a los ojos mientras ella sonreía vilmente, tal si le encantara verlo destrozado, (cuando hace mucho tiempo le hubiese dado las fuerzas necesarias para ganar la batalla), la verdad ahora es diferente, sabía que si lo dejaba vivo el gladiador volvería a atacar y con más fuerza que antes, así que decidió lanzar una bomba de fuego, la indiferencia, la explosión más dura que ha soportado el impetuoso gladiador, y para acabar, frente a su cuerpo prácticamente sin vida, armó su desfile militar hacia el altar, terminando con su último recurso, la esperanza.
He aquí un hombre caído en la batalla mas dura de su vida, postrado a los pies de la derrota, la lucha y el coraje lo han dejado sin mas aliento, ahora está pendiente su vida de un hilo, necesita alguien que lo ayude, pero no se ve nada ni nadie en las fronteras, tal parece morirá solo y en silencio, y con el corazón destrozado acepta hincando su cabeza al suelo la vil pérdida.
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