“Solo tú me puedes amar” me lo repetía mientras se agarraba a mi espalda, el falo humeante y bañado con su sábila rendía honor a la pasión, mas sentí un calor nunca antes encontrado, me besaba y seguramente ya concebía la idea de que todo se había vuelto magia
Negra de corazón y orgullosa a morir, me tenía a escondidas del novio para tener sexo, mientras yo gozaba del amor negado, más sorprendió mucho con tremenda expresión y en el momento exacto en decirlo, pensé, “¿Será que esta mujer de corazón erosionado también tiene esperanza en el amor?”
Es gracioso que la ame y que ella no conciba esa idea. Hace dos años recuerdo, en su carro negro, en el estrépito de la noche, (de una ciudad ocupada más por vehículos que personas) mientras escondidos en la esquina de la calle que da a mi apartamento, violentamente me quitó el cinturón, con habilidad innata me hizo el amor, tal como lo había aprendido a hacer en Francia (según me contaba mientras yo me mordía de coraje el alma), más en el gozo y éxtasis, llegó la policía, nos pidió que bajáramos del vehículo, y aunque estaba nervioso, ella no se inmutó en ningún momento.
Recuerdo que después de aquel suceso le puso nombre a mi pene que desde aquel momento se denominaría “Juanito” apodo que nació en una fiesta de verano en una habitación de la casa de sus padres.
Yo gozaba con todas sus locuras pero cada día al tiempo que me asombraba de su imaginación, me enamoraba perdidamente, me sentía sin control sobre ella.
Para entonces había entendido que no solo gozaba del sexo, sino que gozaba de mi compañía, mas comprendí que se había enamorado.
Último domingo del mes pasado, por primera vez sentí que me hacía el amor, y me entregue como nunca, luego se vistió tan despacio y antes de cerrar la puerta me dijo, “te amo”. Y salió corriendo avergonzada.
Ayer tres y media de la tarde cobardemente me llamó al teléfono sin querer dar la cara, me acababa de decir que me amaba, que está embarazada, que se casará con él porque es de buena cuna y que no lo ama, que el hijo no sabía de quien era y que se despedía para siempre.
Suspiré al momento que me enojaba y me sentía de cierta manera alegre de ser padre, pensé por un momento en la mejor manera de mandarla al diablo, pero al final, solo dije “adiós”.
Hoy al ir a mi apartamento con mi buen amigo Eduardo como todos los días después del trabajo, en la cantina de la vuelta de su casa la vimos entrar con un tipo moreno, alto y de buen perfil, un poco ebrios y cogidos de la mano.
Le pedí que parara el carro, pero él no me dejó bajar, solo quería asesinar a aquel chico que no era ni su novio (a su novio lo había conocido en la facultad de derecho, tipo regordete de tez blanca, para no explicar mucho, un ñoño completo), pero mi amigo lo impidió.
Tras tres días de aquel incidente me ha llegado hipócritamente la invitación a su matrimonio con número de cuenta bancaria incluida, seguramente pensará que no iré, pero hipócritamente estaré presente para ver su cara al momento que dé el sí eterno.
Han pasado tres meses y Eduardo me acompaña a la gran ceremonia, al entrar la novia tan hermosa como siempre y con cierto conato de panza, agache la cabeza cobardemente, sin tener la valentía de mirarla a los ojos, a lo que Eduardo para levantarme el ánimo y ante mi asombro me manifestó al oído: “cuando este en el altar y diga acepto, se convertirá en la más señora de todas las putas”
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