jueves, 9 de septiembre de 2010

ES MEJOR DEJARLO ASÍ

Como todos los días Don Ángel Peralta llegó al bar, se sacó el sombrero, lo colgó en el ropero y se acercó a la barra.
-Hola Javier ¿cómo está? Lo dijo con nudo en la garganta.
-Muy bien Angelito, ¿le sirvo el mismo café de todas los días bien cargado y sin azúcar?
-¡No! Respondió de manera seca
- ¿No? Diez años en este bar, más nunca dejó de venir con una sonrisa y pedir el café de siempre. Pero dígame, ¿en qué puedo servirlo?
- Sin preguntas un whisky doble sin hielo y sin agua.
- Claro, como usted ordene
- Otro favor no me lo sirva en la barra sino en aquella mesa de la esquina.
- Si claro, con gusto.
A Javier Mendieta, dueño de un bar de antaño en la esquina del Parque Central de la bella ciudad de Loja le entró la preocupación, ya que hace diez años que su amigo no bebía ni siquiera una cerveza, lo veía pálido y triste, tal si fuera la decepción mezclada con pena de muerte, una desolación de esas que parten el alma, como si el mundo se le hubiera desparramado por los suelos y que nunca más esperaba alzar de nuevo.
No podía saber lo que le acontecía, le pidió que no preguntara, pero si le preocupaba porque era una buena persona, era parte del bar y lo más importante de todo, era su amigo.
- ¿Para quién es la orden Don Javier?
Preguntó Pablo Ariza, un joven drogodependiente en recuperación y que Javier Mendieta lo había acogido en su bar y casa desde hace 7 años, al verlo tendido en el suelo y casi muerto en la puerta de una iglesia, suplicando por un vaso con agua.
-Si Pablo para la mesa 3, sírvale y no diga nada, llévele también una fuente de canguil.
-Don Ángel, perdón, le sirvo su orden.
-Gracias Pablito, pero no te vayas aun para que te lleves el vaso.
- ¿Qué vaso? preguntó admirado.
-¡Este!
-Pero, ¿está lleno? Preguntó Pablo aun más admirado.
-Eso se remedia fácil.
Pablo Ariza quedó absorto, nunca vio a alguien tomar así un trago tan fuerte, - ¡eso es para un record! pensó Pablo.
-Tráeme otro así mismo, gracias
-Como usted mande Don Ángel.
Pablo y Javier quedaron impresionados de tal amargura, que aunque debía ser grave, Don Ángel no dejaba de lado su presencia de caballero y don de persona.
-Don Javier, quiere otro del mismo y perdón que le diga, pero se lo ve muy mal.
-Ponle otro y no digas nada, voy a ver si converso con él, ¡ah! y por cierto, no te olvides del canguil que te pedí.
-Sí, está saliendo calentito de la olla, ya le paso.
Javier Mendieta camino suavemente a la mesa, un poco tembloroso sin saber que esperar.
-Angelito ¿puedo sentarme a su lado?
Pensó unos segundos y le dijo:
-Sí claro amigo y disculpe que no esté muy alegre.
-No hay problema, además usted sabe que aquí cuenta con un amigo.
Pablo se acercó con el pedido.
-Perdón señores, les sirvo el traguito y un canguilito para que piquen.
-Gracias pero puedes llevarte el canguil Pablito que estoy bien así, a no ser que lo desee usted Javier.
- No, no muchas gracias, puedes llevártelo.
Pablo se volvió a la cocina con su canguil y a preparar unas picadas que habían solicitado hace media hora en la mesa diez.
-¿Qué le pasa Angelito? usted no es así.
-Le pedí que no me hiciera preguntas, pero comprendo el interés sano de los buenos amigos que están con uno siempre en las buenas, en las malas y en esta que es la peor.
-¿Qué le pasa? recuerde “que para todo hay remedio, excepto para la muerte”, así que levante esos ánimos.
Don Javier pensó de manera callada y murmuro algo, se tomó el mentón y soltó una lágrima muy gruesa que tardo en salir de su ojo derecho, bajo rápidamente por su pómulo, pasó por su mejilla paliducha de muerto de semanas, llegó a la barbilla y cayó precipitosamente al vaso vacío.
-Mientras le cuento tráigame otro de los mismos y tres cigarros.
-Encantado, ¿de cuáles?
-No sé, uno que sirva para echar humo.
Se levantó y se dirigió a la cocina.
-Pablo, otro más con 3 cigarros de los importados.
-¿De los cubanos?
-Sí, de los cubanos.
A Javier le preocupaba el sentir negro que respiraba en el aire, como si tal desmadre se hubiese escurrido por todas las paredes de su pequeño bar.
- Y bueno cuénteme, soy todo oídos.
- Mire Javier, me sentía muy mal casi sin fuerzas hace semanas atrás, pero como odio ir al médico espere un poco, pero cada vez empeoraba, entonces decidí concurrir donde el matasanos ayer, me hizo unos exámenes y hace una hora me dio el resultado que nunca pensé escuchar.
- ¿Qué resultado? Me está preocupando.
- Mire Javier, es inesperado e ilógico, cáncer de pulmón, nunca he fumado un cigarro en mi vida, al parecer estas son cuestiones de la vida, los dichos populares son sabios: “cuando nos llega la hora nos llega, no hay excusa para la muerte” esta vez me toca a mí.
-Me apena como al que más esta noticia créame…
Pablo llego con el pedido e interrumpió la conversación.
-Perdón, les traigo la orden, el whisky y los cigarros.
-Pablito tráigame uno a mi también. Dijo Javier.
- ¿Qué le traigo Don Javier?
- Un whisky y un cigarro
- Como usted diga.
- Estimado Angelito, le estaba diciendo, me apena como al que más esta noticia, de saber que mi gran amigo y parte de mi familia, porque así lo considero, está en el lecho del dolor, aquí tiene mi apoyo entero, así que debe tranquilizarse, no tomar ni fumar ya que eso lo acaba más.
-Hay algo más en el fondo, no quiero que sienta lastima, pero mi cáncer está demasiado avanzado y ahora estoy con un préstamo para construir mi casita, el sueldo de maestro no es bueno para darse el lujo de enfermarse.
Era normal el pensamiento de Ángel Peralta ya que para los pobres no hay derecho de enfermarse, no es una opción.
- Y ¿cuándo le va a decir a su familia?
- No se los voy a decir.
- ¿Cómo? Ellos tienen el derecho de enterarse y el deber de ayudarlo.
-Puede decirme egoísta e imprudente pero quiero morir pronto y en silencio, yo sé que mi familia estaría dispuesta a dar todo para curarme pero sería un gasto en vano y peor aún el costo elevado ocasionaría que se queden sin su patrimonio por mi culpa.
-Don Javier yo sé que es su decisión, más no sé realmente que decirle, me siento con las manos atadas. La vida siempre tiene de estas, de llevarse lo mejor que tenemos y si me perdona la expresión, “que asco de vida”.
- No se preocupe, y espero que ahora usted me disculpe que estoy algo ebrio, ya se me fundió el cerebro. Me alegro de haber estado con mis hijos cuando me necesitaron, me alegro de mi vida y de la vida en si, me alegro de los buenos amigos como usted, y me alegra la muerte para no ver tanta crueldad en este mundo, evitar la rabia seca de muchos, esa rabia de guerra, de penurias, de inconsciencia, de sometimiento y de muchas cosas que se me escapan por mi estado bruto de alcohol. Y si me permite, utilizaré esta mesita para tomar una pequeña siesta, quiero llegar a casa tranquilo y bien repuesto. Luego me sirve el cafecito diario por favor.
-Claro siga nomás, descanse.
Don Ángel cayó en un profundo sueño, mientras Javier Mendieta pensaba en la pesadilla de vivir todo ese sufrimiento. En el saber que no estará mas entre los suyos, en la familia y su sufrimiento, el no saber que pasará luego con ellos, “¡desastrosa muerte, se lleva todo lo que uno tiene a su alrededor!”.
-Mira Pablo a un hombre sin sueños y aspiraciones, un muerto a tientas por el momento.
-Y ¿qué le pasa al señor?
-Nada, solo que está acabado, déjalo dormir y luego le preparas su taza de café diario, bien cargado y sin azúcar.
-Como usted diga Don Javier.
Lo que no sabía Javier, es que nunca más se volvería a despertar para sufrir el infortunio por el que estaba pasando, bien por él, a veces es mejor cuando la muerte llega así de repente y sin avisar. Es mejor dejarlo así.

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